LA ORACIÓN EN EL TRABAJO
Tratado de Psicología Revolucionaria - Cap. 32
Observación, Juicio y Ejecución, son los tres factores básicos de la disolución. Primero: se observa. Segundo: se enjuicia. Tercero: se ejecuta.
A los espías
en la guerra, primero se les observa; segundo se les enjuicia; tercero se les
fusila.
En la interrelación
existe autodescubrimiento y autorrevelación. Quien renuncia a la convivencia
con sus semejantes, renuncia también al autodescubrimiento.
Cualquier
incidente de la vida por insignificante que parezca, indubitablemente tiene por
causa un actor íntimo en nosotros, un agregado psíquico, en "Yo".
El
autodescubrimiento es posible cuando nos encontramos en estado de alerta
percepción, alerta novedad.
"Yo",
descubierto in flagrante, debe ser observado cuidadosamente en nuestro cerebro,
corazón y sexo.
Un
"Yo" cualquiera de lujuria podría manifestarse en el corazón como
amor, en el cerebro como un ideal, más al poner atención al sexo, sentiríamos
cierta excitación morbosa inconfundible.
El
enjuiciamiento de cualquier "Yo" debe ser definitivo. Necesitamos
sentarle en el banquillo de los acusados y juzgarle despiadadamente.
Cualquier
evasiva, justificación, consideración, debe ser eliminada, si es que en verdad
queremos hacernos conscientes del "Yo" que anhelamos extirpar de
nuestra psiquis.
Ejecución es
diferente; no sería posible ejecutar a un "Yo" cualquiera, sin
haberle previamente observado y enjuiciado.
Oración en el
trabajo psicológico es fundamental para la disolución. Necesitamos de un poder
superior a la mente, si es que en realidad deseamos desintegrar tal o cual
"Yo".
La mente por
si misma nunca podría desintegrar ningún "Yo", esto es irrebatible,
irrefutable.
Orar es
platicar con Dios. Nosotros debemos apelar a Dios Madre en Nuestra Intimidad,
si es que en verdad queremos desintegrar "Yoes", quien no ama a su
Madre, el hijo ingrato, fracasará en el trabajo sobre si mismo.
Cada uno de
nosotros tiene su madre Divina particular, individual, ella en si mismo es una
parte de nuestro propio Ser, pero derivado.
Todos los
pueblos antiguos adoraron a "Dios Madre" en lo más profundo de
nuestro Ser. El principio femenino del Eterno es ISIS, MARÍA, TONANTZIN,
CIBELES, REA, ADONIA, INSOBERTA, etc., etc., etc.
Si en lo
meramente físico tenemos padre y madre, en lo más hondo de nuestro Ser tenemos
también a nuestro Padre que está en secreto y a nuestra Divina Madre KUNDALINI.
Hay tantos
Padres en el Cielo cuantos hombres en la tierra. Dios Madre en nuestra propia
intimidad es el aspecto femenino de nuestro Padre que está en secreto.
EL y ELLA son
ciertamente las dos partes superiores de nuestro Ser íntimo. Indubitablemente
EL y ELLA son nuestro mismo Ser Real más allá del "YO" de la
psicología.
EL se desdobla
en ELLA y manda, dirige, instruye. ELLA elimina los elementos indeseables que
en nuestro interior llevamos, a condición de un trabajo continuo sobre si
mismo.
Cuando hayamos
muerto radicalmente, cuando todos los elementos indeseables hayan sido
eliminados después de muchos trabajos conscientes y padecimientos voluntarios,
nos fusionaremos e integraremos con el "PADRE-MADRE", entonces
seremos Dioses terriblemente Divinos, más allá del bien y del mal.
Nuestra Madre
Divina particular, individual, mediante sus poderes flamígeros puede reducir a
polvareda cósmica a cualquiera de esos tantos "Yoes", que haya sido
previamente observado y enjuiciado.
En modo alguno
sería necesaria una fórmula específica para rezarle a nuestra madre Divina
interior. Debemos ser muy naturales y simples al dirigirnos a ELLA. El niño que
se dirige a su madre, nunca tiene fórmulas especiales, dice lo que sale de su
corazón y eso es todo.
Ningún "Yo" se disuelve
instantáneamente; nuestra Divina Madre debe trabajar y hasta sufrir muchísimo
antes de lograr la aniquilación de cualquier "Yo".
Volveos
introvertidos, dirigid vuestra plegaria hacia adentro, buscando dentro de
vuestro interior a vuestra Divina Señora y con súplicas sinceras podéis
hablarle. Rogadle desintegre aquel "Yo" que hayáis previamente
observado y enjuiciado.
El sentido de
autoobservación íntima, conforme se vaya desarrollando, os permitirá verificar
el avance progresivo de vuestro trabajo.
Comprensión,
discernimiento, son fundamentales, sin embargo, se necesita de algo más si es
que en realidad queremos desintegrar el "MI MISMO".
La mente puede
darse el lujo de rotular cualquier defecto, pasarlo de un departamento a otro,
exhibirlo, esconderlo, etc., más nunca podría alterarlo fundamentalmente.
Se necesita de
un "poder especial" superior a la mente, de un poder flamígero capaz
de reducir a cenizas cualquier defecto.
STELLA MARIS,
nuestra Divina Madre, tiene ese poder, puede pulverizar cualquier defecto
psicológico.
Nuestra madre
Divina, vive en nuestra intimidad, más allá del cuerpo, los afectos y la mente.
Ella es por si misma un poder ígneo superior a la mente.
Nuestra madre
Cósmica particular, individual, posee Sabiduría, Amor y Poder. En ella existe
absoluta perfección.
Las buenas
intenciones y la repetición constante de las mismas, de nada sirven, a nada
conducen.
De nada
serviría repetir: "no seré lujurioso"; los "Yoes" de la
lascivia de todas maneras continuarán existiendo en el fondo mismo de nuestra
psiquis.
De nada
serviría repetir diariamente: "no tendré más ira". Los
"Yoes" de la ira continuarían existiendo en nuestros fondos
psicológicos.
De nada
serviría decir diariamente: "no seré más codicioso". Los
"Yoes" de la codicia continuarían existiendo en los diversos
trasfondos de nuestra psiquis.
De nada
serviría apartarnos del mundo y encerrarnos en un convento o vivir en alguna
caverna; los "Yoes" dentro de nosotros continuarían existiendo.
Algunos
anacoretas cavernarios a base de rigurosas disciplinas llegaron al éxtasis de
los santos y fueron llevados a los cielos, donde vieron y oyeron cosas que a
los seres humanos no les es dadlo comprender; sin embargo, los "Yoes"
continuaron existiendo en su interior.
Incuestionablemente
la Esencia puede escaparse del "Yo" a base de rigurosas disciplinas y
gozar del éxtasis, empero, después de la dicha, retorna al interior del
"Mi Mismo".
Quienes se han
acostumbrado al éxtasis, sin haber disuelto el "Ego", creen que ya
alcanzaron la liberación, se autoengañan creyéndose Maestros y hasta ingresan a
la Involución sumergida.
Jamás nos
pronunciaríamos contra el arrobamiento místico, contra el éxtasis y la
felicidad del Alma en ausencia del EGO.
Sólo queremos
poner énfasis en la necesidad de disolver "Yoes" para lograr la
liberación final.
La Esencia de
cualquier anacoreta disciplinado, acostumbrado a escaparse del "Yo",
repite tal hazaña después de la muerte del cuerpo físico, goza por un tiempo
del éxtasis y luego vuelve como el Genio de la lámpara de Aladino al interior
de la botella, al Ego, al Mi Mismo.
Entonces no le
queda más remedio que retornar a un nuevo cuerpo físico, con el propósito de
repetir su vida sobre el tapete de la existencia.
Muchos
místicos que desencarnaron en las cavernas de los Himalayas, en el Asia
Central, ahora son personas vulgares, comunes y corrientes en este mundo, a
pesar de que sus seguidores todavía les adoren y veneren.
Cualquier intento de liberación por
grandioso que este sea, si no tiene en cuenta la necesidad de disolver el Ego,
está condenado al fracaso.
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