HIMNO A APOLO (Extracto)

Ven, bienaventurado, Febo, dios de Menfis, de ilustre honra.

Dador de prosperidad, de áurea lira, dios de simientes y arados, matador de Pitón.

Délfico profeta, divinidad portadora de luz, amable, glorioso joven, conductor de las Musas, hacedor de coros, lanzador de flechas, que proteges de lejos, que tienes ojo que todo lo ve y que ilumina a los mortales, de dorada cabellera, que manifiestas puras voces y oráculos. 

Escúchame a mí que te suplico por los pueblos, con ánimo benévolo.

En efecto, tú contemplas la tierra de próspero destino bajo el éter y en el crepúsculo, en la placidez de la noche, bajo la oscuridad de estrellados ojos miraste las raíces de abajo y posees los límites de todo el mundo.

Pues a ti se refieren el fin y el comienzo, y tú armonizas todo con la cítara muy sonora, juzgas las razas que se nutren de vida, juntando en armonía el destino de todos los hombres.

De allí que todos los hombres te den por nombre Señor, que lanzas silbidos de vientos, puesto que posees el sello que marca la impronta del cosmos.

Escucha, bienaventurado, y salva a tus iniciados de suplicante voz.

Comentarios